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GP DE BRASIL - RAIKKONEN GANA, MCLAREN PIERDE

Kimi Raikkonen (Ferrari) se proclama campeón del mundo tras ganar el GP de Brasil. Alonso, 3º en Interlagos, y Hamilton, 7º, se quedan sin título tras el doblete de los coches rojos y, directa o indirectamente, gracias a la política errática y equivocada de McLaren, con Ron Dennis a la cabeza.

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Parecía irrepetible la hazaña del francés Alain Prost en 1986, cuando remontó 13 puntos en dos carreras a los Williams de Nigel Mansel y Nelson Piquet. Entonces el ganador recibía 9 puntos, aunque se podían descartar los cinco peores resultados. Kimi Raikkonen llegó a China con 17 puntos de desventaja con Lewis Hamilton... y el destino ha querido que el finés, dos veces subcampeón del mundo, cuando menos lo esperaba, logre un título que ha acariciado antes, con muchas más probabilidades que en 2007. Tres pilotos separados por un solo punto. Afirmar que ha sido el campeonato más igualado de la historia no tiene ningún mérito. Lo firmaría el mismo Perogrullo.
Dicen que el viento nunca es favorable para el que no sabe donde va. También dicen que Ron Dennis siempre ha sido imparcial como jefe de McLaren y ha tratado a sus pilotos siempre de manera equitativa. Tan cierto es una cosa, como falso la otra.
No es el momento de cargar las tintas contra Ron Dennis ni contra McLaren. Se han equivocado de pleno, y lo que sienten ahora mismo los desaparecidos Hamilton y Dennis es, seguro, una dosis de su propio veneno. Ahora es fácil recordar la absurda e injusta sanción de Hungría, por ejemplo, o tantas otras situaciones que le han costado puntos al bravo piloto español. Las risas de Anthony "papá" Hamilton se tornaron de golpe en lágrimas... aunque nadie lo ha visto. Esta vez la exhibición pública del clan británico sucedió de puertas para dentro. Las luces de los focos y las cámaras se convirtieron en las sombras de la intimidad de un box, de un motorhome ¿Habrá llorado desconsoladamente en brazos de su progenitor? nunca se sabrá.
¡QUÉ CARRERA!
La carrera fue apasionante desde la primera hasta la última curva. La hora y media vivida desde que se apagó el semáforo rojo hasta que cayó la bandera a cuadros, define perfectamente la esencia de este deporte. Como la fábula de la liebre y la tortuga, pero cambiando el reptil del orden de los Quelonios por el cavallino rampante más esbelto y más salvaje que puedan imaginar, Kimi Raikkonen vino desde atrás para zanjar con una sonora bofetada en la cara de los mandameses de McLaren Mercedes un título que podían haber conseguido las flechas plateadas de variar su injusta política deportiva.
Kimi Raikkonen ha sido el pescador que más ganancia ha sacado en el río revuelto de McLaren, donde los peces eran tiburones de 70 kilos y metro 70 de altura. El finlandés, a la chita callando, "iceman", como la tortuga de la fábula, se ha limitado a hacer su trabajo, sin meterse con nadie, para lograr un título por el que nadie en Ferrari daba un duro hace tres semanas.
UNA SALIDA DE INFARTO
Los caprichos del destino quisieron brindar al aficionado una salida espectacular. Todos sabían que Hamilton andaría con mil ojos y que no iba a arriesgar lo más mínimo en la primera curva, las "eses de Senna". Sin embargo, la excesiva prudencia del británico y el cuchillo entre los dientes con el que salían Raikkonen y Alonso hicieron el resto. Massa se cruzó para taponar al líder del Mundial, momento que aprovechó Kimi para ponerse a la altura del brasileño, aunque tampoco quiso arriesgar y se conformó con ponerse tras su alerón. Alonso, por fuera, en la segunda curva se benefició de las dudas de su compañero de equipo y se puso tercero. El británico, novato, tenía que pagar la inexperiencia tarde o temprano, no encajó bien el adelantamiento y su alocado intento por recuperar el tercer puesto en la curva siguiente le hizo pasarse de frenada, pisar el lado sucio, y salirse de la pista, perdiendo media docena de posiciones.
Pero la diosa fortuna no había jugado su última carta... ¡ni mucho menos! No habían transcurrido ni siete vueltas, cuando ya los Ferrari demostraban que jugaban otra liga, rodando más de un segundo por vuelta más rápido que Fernando y los demás, Hamilton se quedó por unos segundos completamente parado. Los numerosos toques habidos en la primera vuelta, incluido uno salvaje de Yamamoto motivado por Fisichella, que tras salirse de pista volvió cual elefante en cacharrería, habían sembrado la pista de deshechos. Al parecer, uno o varios de ellos se habían alojado en las toberas de refrigeración del monoplaza número 2, y el sobrecalentamiento del coche motivó que la caja de cambios no funcionase durante medio minuto. De la misma manera que el sistema se bloqueó, volvió a funcionar, y Hamilton pudo reanudar la carrera en el puesto 18.
El "meteorito asturiano", pesimista antes de la salida, había avisado que iba a arriesgar en todo, desde la salida hasta en la estrategia. Con un coche con el que no se encontró cómodo durante todo el fin de semana, a pesar de haber disputado 15 carreras en perfecta sintonía con él, tuvo que cambiar repentinamente los planes y asegurar al menos el tercer puesto con una estrategia a dos paradas y esperar que los inalcanzables Ferrari fallasen -¡acabó a casi un minuto del dúo rojo!-. Pero el destino se había cansado ya de jugar con sus títeres en este circo-teatro que muchas veces es la F1.
También había que estar atentos al calor. Un sol de justicia que tampoco se quiso perder la cita más importante del calendario calentó el asfalto a más de 60 grados. El que más temía al astro rey era Hamilton, cuya forma de pilotar, agresiva con las gomas, podía acarrearle algún disgusto, pero el que tuvo que conducir varias vueltas en el segundo stint con blistering (ampollas) fue Alonso, lo que propició que, incluso, fuera superado por Kubica perdiendo momentáneamente la tercera plaza, aunque el polaco iba a tres paradas y no era rival.
Sin embargo, los Bridgestone, que se adaptan a los Ferrari, o al revés, como anillo al dedo, no fueron cruciales, y los coches rojos no tuvieron problemas para terminar la carrera sin dificultad.
Tampoco ofrecía ninguna duda que en Ferrari calcularían todo a la perfección para que, tras el último repostaje, Kimi Raikkonen liderase la carrera. En las dos vueltas de diferencia que hubo entre la entrada del ídolo local primero y del ya campeón del mundo después, el finlandés enjugó la poca diferencia que le sacaba Massa en el liderato. Otra cosa no, pero los pupilos de Jean Todt tontos no son. El francés ha engrasado una maquinaria a lo largo de la última década que, curiosamente, no ha funcionado en los dos últimos años con Michael Schumacher. Sin embargo, cuando menos se lo esperaban, la bolita de la ruleta de la F1 cayó en el rojo.
Hamilton, impotente, completaba la última docena de vueltas esperando el milagro. Kubica y Rosberg, que luchaban a las bravas por la cuarta plaza, podían acabar fuera de la pista y regalar el título a Hamilton, pero los caprichos del destino no estaban por la labor. Lewis desgranaba una a una las últimas vueltas en el liderato. Esperaba el milagro... en vano. Unos lo llamarán justicia divina, otros fatalidad... siempre dependiendo del acento, cañí o british. Pero el caso es que no recuerdo en la historia un deportista capaz de poner de acuerdo a 44 millones de españoles.
¿Y AHORA...?
A partir de ahora... ¿quien sabe? La lógica dice Renault. La afición dice Renault. Alonso piensa... cualquier sitio, incluso el infierno, menos McLaren.
Pero esto ya es otra historia. Alonso ha combatido solo contra todos y en el combate final, en el cuadrilatero de Interlagos, su coche estaba cargado con balas de fogueo, mucho más lento que el de sus tres rivales directos. Un combate de boxeo en el que el asturiano tenía que combatir con un brazo atado a la espalda, como en las películas del género, y su familia amenazada con medias palabras. Pero esto no es una película... ni siquiera es la vida. Es la F1. Alonso ha tenido oportunidades hasta la última curva, su carácter ganador y competitivo le precede. Se le puede acusar de muchas cosas, pero nunca de tirar la toalla. Ha perdido McLaren, no ha perdido Fernando. Alonso de nuevo a hecho soñar a un país y a una afición que no le ha abandonado... y seguro que ya piensa en una cosa...

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